Con la globalización, los medios de comunicación, la tecnología, la competitividad a nivel laboral; que se repite en casi todo aspecto de la vida; pareciera que ya no hay mas espacio para lo esencial, lo que realmente nos construye como personas, nos enriquece. La educación no es la excepción, si hablamos desde cotidianidad que nos toca transitar, todo va desde el despertador, las carreras por vestir chicos, peinarlos, tomar desayuno, arrimar las mochilas e hijos a la movilidad, e irse a trabajar luchando contra el tráfico. Por la tarde la vorágine no es muy distinta; llegan los chicos: hacer tareas, bañarse, cambiarse, comer, ordenar las cosas y tenerlo todo listo para la carrera del día siguiente.
Con todo, cuando nos toca enfrentar situaciones límites en la vida; una enfermedad de pronóstico negativo, la pérdida de un ser querido, una noticia que transforma nuestra vida de manera radical; nuestra mirada inevitablemente va hacia lo esencial y surgen los verdaderos motores de vida, y con ello las preguntas: ¿mis seres queridos? ¿mi familia? ¿su felicidad? ¿mi propia felicidad? ¿qué sentido tubo el tiempo transcurrido? ¿invertí realmente bien el tiempo que tuve? Es decir, ¿anclé en lo que permanece? La sensación ante estos hechos límites siempre es la de ansiedad por un cambio, una separación, uno puede percibir como se disgrega, se pierde, se aleja, algo se rompe.
Estamos hablando que tenemos que ser muy conscientes de lo que es transitorio, de lo poco o nada nos deja, y la cantidad de vida que invertimos en ello; frente a lo que permanece, lo trascendente, que es la mejor manera de estar con los que uno ama para siempre; y esto es educar, dejar la huella permanente.
A fin de cuentas, la educación es aquella que sintoniza con nuestra capacidad de trascendencia y nos muestra lo esencial: el amor que se concretiza en la familia. Educar, es lo que compartimos con ella, lo que construimos juntos diariamente; desde el despertador, las carreras por vestir chicos, peinarlos, en fin. La educación solo se da de persona a persona, y nace de la conciencia de que esta en nuestras manos hacer del día de hoy, de esta lectura, del beso por la mañana, un momento de particular confidencia de corazón a corazón.
Mag. Eduardo Gildemeister R.H.
martes, 8 de diciembre de 2009
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