martes, 26 de junio de 2007

Don Caitro Soto, ¡Sí señor!

Don Caitro Soto, ¡Sí señor!
A un mes de su partida
La cultura de nuestro Perú nos va nutriendo a todos desde muy pequeños; y antes de saber el nombre de la patria ya se la tiene en el corazón. Así sucede con las cosas que nos van formando de adentro, y luego somos conscientes de que ya son parte nuestra.
Así sucedió con el aporte de Don Caitro Soto para nuestra cultura y para todos nosotros, él es parte de la formación del sentimiento de patria y de la construcción de su sonido en nuestro interior. Cajoneador, cantor, buen zapateador, compositor, artesano y hombre que no se achica para el ajuste con el fanfarrón. Así fue Don Caitro. Lo primero que se recuerda de él es esa voz profunda que cantaba con sabor inigualable el ¨ Toro mata ¨ acompañado por su cajón; integrante insustituible de ¨ Perú negro ¨, agrupación que con grandes artistas intercionalizaron nuestra música y bailes negros llevándola donde nunca antes llegó, y cuyos frutos se mantienen todavía a través del tiempo; mas adelante paseó su arte con Juan Castro Nalli.
Inicialmente acompañante de Chabuca Granda y luego ¨ hijo ¨, como solían decirse, recorrió con ella durante 20 años buena parte de América y Europa donde conoció a Paco de Lucia; fue Don Caitro, quien además de ser un excelente cajoneador era también artesano de cajones, él fue quien le regaló a Paco el primer cajón que llega a España y que ahora es utilizado con frecuencia para su música.
Todo esto ya lo sabía antes de conocerlo; y como profundo admirador de su trabajo me tome la libertad de llamarlo para hacer una grabación, fuimos a su casa y encontramos a un Caitro ya mayor, lúcido, pero que caminaba con cierta dificultad. Queríamos que nos acompañe con voz y cajón para ofrecerle una canción al Señor de los Milagros, del cual él también era devoto; de manera que luego de hablar con su esposa y con él, aceptó gustoso participar. Vivieron los ensayos y luego la grabación; fue magnífico ver el porte de aquél frágil señor cuando se sentaba en su cajón, que estatura cobraba y como sus manos bailaban en la madera sonante, que sabor de barrio y mundo; con que alegría llenaba los espacios guapeando a quienes lo acompañábamos; y con que fe le cantaba al Cristo de color.
Al celebrar el mes de su partida queremos reconocer que el aporte de Don Caitro a nuestra cultura queda como parte de la patria en nuestro interior, de manera que para los que nos dimos el gusto de conocerlo, y para los que lo conocen por la patria que puso en su corazón; vaya este recuerdo perenne y que viva Don Caitro Soto ¡Si señor!
Diario La República

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