Cuenta la historia, que el Rey Filipo II muy ocupado en gobernar su reino, decide encomendar la tarea de la educación de su hijo Alejandro a un renombrado educador. Fue así como a los 13 años el bisoño adolescente recibe como maestro a Aristóteles con quien establece una particular relación de cariño y respeto recojida por la historia siglos mas tarde. Cierta vez le preguntaron a Alejandro Magno por qué a su maestro Aristóteles le mostraba, al parecer, más estima y agradecimiento que a su mismo padre, el rey FilipoAlejandro contestó: “Porque Filipo, al darme la vida, me hizo bajar del cielo a la tierra; mientras que Aristóteles, al instruirme, me hace subir de la tierra al cielo”.
Como padres de familia hemos tenido el fabuloso regalo de traer a nuestros hijos al mundo, ese es el Filipo que ya nos tocó ser; una vez que compartimos esta aventura de la vida al lado de nuestros hijos nos toca asumir el rol Aristóteles, que es el de ayudar a nuestros hijos a subir al cielo, a darles alas para mirar el horizonte amplio que es la vida.
Con todo, quizás el mundo moderno, las prisas, los horarios exigentes y la competitividad a veces nos lleva a ser mas como Filipo y dejar de lado la educación de nuestros hijos.
Establecemos al menos dos tipos de educación que se dan por medio de los padres, el primero que se hace de manera inconsciente, diaria, con el ejemplo en las actitudes, decisiones que tomamos frente a los problemas, los criterios que establecemos frente a los hechos comunes, y el segundo tipo de educación que es el que se orienta a acompañar a nuestros hijos en el cumplimiento de las tareas. En ambos casos estamos hablando de educación y para ambos casos la coherencia y constancia son elementos esenciales. Se trata de crear hábitos que consoliden a nuestros hijos para la vida, de establecer de manera directa un canal de comunicación permanente, positivo, directo y concreto sobre estrategias para enfrentar y solucionar problemas. Por lo tanto, la educación que debemos brindar a nuestros hijos, no ha de ser la de desarrollo de habilidades simplemente, sino la que cargada de valores oriente efectivamente a nuestros hijos y puede ser capaz de establecer raíces hondas para los tiempos que, sabemos, les tocará vivir a nuestros.
Como padres de familia, ya nos tocó ser como el Rey Filipo, ahora asumimos la tarea de ser verdaderos Aristóteles para nuestros hijos, por ello parafraseándolo podemos decir: adquirir desde jóvenes tales o cuales virtudes no tiene poca importancia: tiene una importancia absoluta.
Mag. Eduardo GIldemeister R.H.
lunes, 16 de noviembre de 2009
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