¡Esos son nuestros muchachos!
Ya es una costumbre que nuestros muchachos ocupen, no por sus buenos ejemplos, o por sus logros, distintos titulares en los medios de comunicación. Pasa que ¨ desafortunadamente ¨ no son los mejores referentes de lo que debería ser nuestra patria. No nos estamos refiriendo a los escándalos que producen los deportistas de nuestros más representativos equipos que llenan la prensa amarilla; ni a nuestra querida selección de fútbol que por enésima vez no trae triunfos; sino desgraciadamente, nos referimos a algunos de nuestros insignes y bien pagados padres de la patria, entre otros distinguidos servidores públicos.
En efecto, una vez mas y hasta recogidos en imágenes, hemos sido testigos de ocurrencias de diverso calibre, choques producidos por el estado etílico, arranques y amarres de todo tipo (recordemos el tema de la casa de citas), en los distintos personajes de nuestra sociedad, cuya responsabilidad esta directamente referida a mantener la ley y el orden. Hemos visto también matonezcos espectáculos donde la prepotencia y la fuerza bruta se sobreponían a la cordura y la ley al mejor estilo holibudense. Las lamentables e ingenuas defensas de estos personajes que nos ¨ regalan ¨ estos hechos está dirigida a la también espectacular vida de escándalo que ofrecen sus acusadores, como si se tratara de señalar al que tiene las manos mas sucias.
Tenemos que ser conscientes también que en nuestra patria hay una cultura por señalar lo malo sostenida por algunos medios de comunicación y reforzada por los terribles espectáculos que nos ofrecen los personajes que representan a nuestra democracia. La distinción maniqueista entre moral y vida pública que vivimos quiere hacernos creer que el mismo hombre que ejerce las funciones es distinto al que maneja su vida personal, como si al abandonar su puesto de trabajo pudiera ser los entuertos que quisiera, sin que exista un mayor problema. ¿Dónde están los verdaderos hombres que amando su vocación de personas y patriotas, iluminaban dignamente todos los ámbitos a los que llegaban por medio de su sobriedad, sencillez y altura?
Pues habrá que educarlos; los organismos civiles, la ciudadanía, los medios de comunicación solidamente morales y bien dirigidos, y las personas de a pie; tendremos que enseñarles que ¨ esas cosas no se hacen ¨; que no les dimos el poder del servicio para terminar en esas lamentables situaciones. Habrá que educarlos, tendremos que recordarles lo que en casa les enseñó mamá. Ya Don Ricardo Palma, quien seguramente recogería estos avatares, señalaba en sus ¨ Tradiciones Peruanas ¨ que una buena cura para este tipo de malacrianzas era el chicotito ¨ San Simón Garabatillo ¨ con que el profesor de la escuela en aquella época ¨ curaba ¨ todo tipo de desaciertos, y colgado en la pared, servía como tácito recordatorio de mantener las buenas costumbres.
Aprovechando que el 6 de octubre hemos celebrado el día de Don Ricardo Palma, pongamos en el Congreso, en las entidades públicas y donde se requiera a ¨ San Simón Garabatillo el mas santo de los santos en la enseñanza de las buenas costumbres ¨, que así sea.
Ya es una costumbre que nuestros muchachos ocupen, no por sus buenos ejemplos, o por sus logros, distintos titulares en los medios de comunicación. Pasa que ¨ desafortunadamente ¨ no son los mejores referentes de lo que debería ser nuestra patria. No nos estamos refiriendo a los escándalos que producen los deportistas de nuestros más representativos equipos que llenan la prensa amarilla; ni a nuestra querida selección de fútbol que por enésima vez no trae triunfos; sino desgraciadamente, nos referimos a algunos de nuestros insignes y bien pagados padres de la patria, entre otros distinguidos servidores públicos.
En efecto, una vez mas y hasta recogidos en imágenes, hemos sido testigos de ocurrencias de diverso calibre, choques producidos por el estado etílico, arranques y amarres de todo tipo (recordemos el tema de la casa de citas), en los distintos personajes de nuestra sociedad, cuya responsabilidad esta directamente referida a mantener la ley y el orden. Hemos visto también matonezcos espectáculos donde la prepotencia y la fuerza bruta se sobreponían a la cordura y la ley al mejor estilo holibudense. Las lamentables e ingenuas defensas de estos personajes que nos ¨ regalan ¨ estos hechos está dirigida a la también espectacular vida de escándalo que ofrecen sus acusadores, como si se tratara de señalar al que tiene las manos mas sucias.
Tenemos que ser conscientes también que en nuestra patria hay una cultura por señalar lo malo sostenida por algunos medios de comunicación y reforzada por los terribles espectáculos que nos ofrecen los personajes que representan a nuestra democracia. La distinción maniqueista entre moral y vida pública que vivimos quiere hacernos creer que el mismo hombre que ejerce las funciones es distinto al que maneja su vida personal, como si al abandonar su puesto de trabajo pudiera ser los entuertos que quisiera, sin que exista un mayor problema. ¿Dónde están los verdaderos hombres que amando su vocación de personas y patriotas, iluminaban dignamente todos los ámbitos a los que llegaban por medio de su sobriedad, sencillez y altura?
Pues habrá que educarlos; los organismos civiles, la ciudadanía, los medios de comunicación solidamente morales y bien dirigidos, y las personas de a pie; tendremos que enseñarles que ¨ esas cosas no se hacen ¨; que no les dimos el poder del servicio para terminar en esas lamentables situaciones. Habrá que educarlos, tendremos que recordarles lo que en casa les enseñó mamá. Ya Don Ricardo Palma, quien seguramente recogería estos avatares, señalaba en sus ¨ Tradiciones Peruanas ¨ que una buena cura para este tipo de malacrianzas era el chicotito ¨ San Simón Garabatillo ¨ con que el profesor de la escuela en aquella época ¨ curaba ¨ todo tipo de desaciertos, y colgado en la pared, servía como tácito recordatorio de mantener las buenas costumbres.
Aprovechando que el 6 de octubre hemos celebrado el día de Don Ricardo Palma, pongamos en el Congreso, en las entidades públicas y donde se requiera a ¨ San Simón Garabatillo el mas santo de los santos en la enseñanza de las buenas costumbres ¨, que así sea.
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